Un alto contenido introspectivo reflejado en una contundente abstracción, con cierto pensamiento poético, mágico y fantasía mítica, conforma otra de las temáticas a estudiar en el presente texto. Se distingue por una preocupación del artista en plasmar una visión simultáneamente personal y universal, donde las formas, los colores y la materia expresan la reflexión en torno a la experiencia estética. Estas propuestas tienen una fuerte reminiscencia en el arte de posguerra; el expresionismo abstracto estadounidense y el informalismo europeo. Si bien los primeros trabajos de Cordelia Urueta (1908 – 1995) tienen reminiscencia con la corriente nacionalista, se lanzó al cambio de la pintura con una perseverancia admirable hacia el campo de la abstracción para entrar a la búsqueda de un lenguaje del color. Es imposible encasillarla en corrientes definidas, pero la manera de texturizar sus telas y de matizar las gradaciones tonales, como lo concibió en Ventana de Otoño (1984), brinda total expresión a su obra y propicia intuiciones que la remiten a formas dentro de un expresionismo abstracto.1 Leonardo Nierman (n.1932) es otro de los artistas que han sabido manejar el color con una extrema conciencia estética. La grandilocuente concepción artística del pintor y escultor surge de la música y de la pintura envuelta en la fuerza del color. Multicolores (1961), es una obra temprana y aventurada, que recuerda el ingreso del artista al mundo de los colores, escena que Julio Cortázar evocó en un texto para la muestra Leonardo Nierman. El nacimiento de un relámpago: “a los siete u ocho años, cada vez que distraídamente alzaba sus ojos a un cielo azul de verano, algo como un deslumbramiento instantáneo le llenaba el olfato de sal, los oídos de un fragor temible, y contra el espacio sin nubes veía por una fracción de segundo algo como cristales rompiéndose en un diluvio de facetas y colores”.2 No menos importantes son las propuestas del pintor Leonel Maciel (n. 1939) y de José de Jesús Sánchez Urbina (1944 – 2004), ambas creaciones se ha desarrollado entre la figuración y la abstracción.Mientras que la obra de Sánchez Urbina se relaciona con la espiritualidad y la mitología del arte prehispánico y las culturas indígenas, Maciel se basa en las leyendas y los mitos de su tierra, en la poesía y la literatura latinoamericana. Pedro Laganchilla y su ángel guardián (1975), es una obra en la que Maciel juega con la figura humana, animales y seres extraños, involucrados con la forma y la potencia del color, que habitan en la historia onírica de José Ángel Leyva, La noche del jabalí. Fábulas de lo efímero (2002), en la que Pedro Laganchilla es un músico que ha atravesado el mar sobre su tololoche.
El conocimiento de las posibilidades expresivas del color y de la forma también ha enriquecido la habilidad plástica de Herlinda Sánchez Laurel (n. 1941). Aquello que detona su pintura es la construcción de la forma a través del accidente y la aparición de imágenes. Dicho accidente se encuentra determinado por lo que la maestra llama en sus clases de pintura “la cocina”, proceso que consiste en la espontaneidad y en la experimentación de la materia y el color. Asimismo, el dialogo expresivo con cierto discurso informalista, ha sido pauta para la creación de diversos artistas. Las formas, la mancha, las texturas y la materia, se conjugan para abandonar todo lo referente a la estructuración preconcebida y racional. Como ejemplos de tales aseveraciones están Byron Gálvez (n. 1941), Luis López Loza (n. 1939), Rosario Guajardo (n.1948), Javier Cruz (n. 1952), Perla Krauze (n. 1953) y el italiano Luca Bray (n. 1971) que vive actualmente en Akumal, México y maneja con gran perspicacia la imagen y los signos pictóricos, que se nutren de vivencias y sensaciones. Sus obras tienen un papel importante a través de sus sugerentes títulos, acentuados por los textos inscritos que en algunas ocasiones aparecen en las piezas.
La artista multidisciplinaria Rosario Guajardo incursionó en el ámbito del informalismo, formándose en la escuela abstracta catalana. Memorias (1994) es una pieza basada en el discurso visual de la abstracción donde Rosario yuxtapone colores, texturas, veladuras y grafismos de manera similar al trabajo de Javier Cruz que también emplea el esgrafiado, sobre óleo mezclado con arena y silica, pero con una atención más marcada en el dibujo como aparece en Pared azul (1991), en la que el dibujo funciona como un material de registro de un proceso conceptual. Con otra propuesta de abstracción total, Perla Krauze investiga las dualidades y contradicciones entre la vida y la muerte, lo racional e intuitivo o entre lo natural y artificial. Luz de la mañana, (1996) es una ventana que permite observar, con un manejo extraordinario del blanco, la atmósfera de un momento preciso.