La primera quincena de febrero de 1913, estalló un complot para poner en libertad a los generales Bernardo Reyes y Félix Díaz, recluidos por el delito de rebelión contra el legítimo gobierno. Los sediciosos se dirigieron al Palacio Nacional con el propósito de derrocar al entonces Presidente de la República, Francisco I. Madero.
En el primer enfrentamiento resultaron muertos el general Reyes y un grupo de militares que lo acompañaban. Luego, tras un tiroteo, Félix Díaz y Manuel Mondragón tomaron la Ciudadela o Arsenal de Artillería. Con las armas arrebatadas de dicha plaza atacaron el Palacio Nacional y otros edificios durante diez días.
El Presidente Constitucional confió el mando de la guarnición al general Victoriano Huerta y llamó al general Aureliano Blanquet a que acudiera a defender el Palacio Nacional. Ambos Generales estaban de acuerdo con el golpe de estado y en cuanto Huerta tuvo el mando de la fuerza militar, mandó arrestar al presidente Madero y le exigió la renuncia. Madero fue asesinado junto con el vicepresidente José María Pino Suárez mientras era trasladado del Palacio Nacional a la Penitenciaría por órdenes del general Huerta.
Huerta firmó un manifiesto en unión del General Félix Díaz en el que se hacían aparecer como depositarios del Poder Ejecutivo. Además dirigió una circular telegráfica a los gobernadores de los Estados y a los jefes de las Zonas Militares, informándoles lo ocurrido y que estos acontecimientos habían sido autorizados por el Senado. La mayoría de los jefes militares y los gobernadores contestaron con felicitaciones y reconociendo a Victoriano Huerta como el Presidente de México, sólo el general José Refugio Velasco, y los gobernadores de Coahuila, Sonora y Chihuahua no otorgaron su reconocimiento.
El mismo día 18 de febrero en el que Huerta firmó el mencionado manifiesto, también dirigió una nota oficial al Presidente de la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión informando que, haciendo uso de la fuerza, había aprehendido al Presidente y al Vicepresidente de la República y había asumido el Poder Ejecutivo; además, pedía que la Cámara de Diputados legalizara la situación. Inmediatamente los diputados invistieron a Huerta con el puesto de Presidente Interino de la República. El 22 del mismo mes, los funcionarios dimitentes fueron mandados asesinar por el mismo Huerta.
El general Velasco, en Veracruz, calificó el golpe de estado como ilegal; el gobernador de Coahuila, don Venustiano Carranza, desconoció abiertamente al usurpador; el gobernador de Sonora, don José María Maytorena, pidió licencia dejando el poder en manos de un interino que también desconoció a Huerta, y el gobernador de Chihuahua, Abraham González, ordenó una serie de acciones en contra del nuevo régimen:
Mandó al teniente coronel Eleuterio Hermosillo rumbo al sur, convocando a los jefes de voluntarios a la insurrección; el licenciado Aureliano S. González fue comisionado para poner a salvo los fondos que había en existencia en la Tesorería General y don Primitivo Uro fue enviado con iguales órdenes para el Recaudador de Rentas de Ciudad Juárez, Sebastián Vargas.
El soldado Toribio Arredondo, fue el denunciante de que el 22 de febrero iba a estallar la sublevación en contra de Huerta en la que participaría el gobernador de Chihuahua y los Cuerpos de Voluntarios. El general Rábago recibió la denuncia y la comunicó a Huerta. El ahora Presidente Interino ordenó al Jefe de la Zona que separara a don Abraham González del Gobierno del Estado y lo aprehendiera por medio de la fuerza.
Después de emplazar una sección de ametralladoras en el Palacio Federal (ahora Casa Chihuahua), a las cuatro de la tarde del día 22, el general Manuel Gordillo Escudero, ingresó al Palacio de Gobierno con un pelotón de soldados y aprehendió al Gobernador en su propio despacho, violando el fuero constitucional. Abraham González fue conducido a las oficinas de la Zona Militar junto con sus colaboradores.
Ya prisionero, el gobernador González fue obligado a pedir una licencia de un mes para separarse de su cargo, el Congreso la otorgó y designaron Gobernador Interino al mismo general Rábago.
Las acusaciones de traición no sólo fueron contra Abraham González, sino que también contra aquellos que colaboraron con su rebelión: Guadalupe Gardea, Trinidad Rodríguez, Manuel Mendoza, Juan Rodríguez, Samuel Rodríguez, Ignacio González, José Oros, Enrique Parra y Agustín Lavanzat. El proceso se inició el 24 de febrero de 1913 por el agente del ministerio público militar, mayor Francisco Rivera Mutio. Los inculpados negaron los cargos de insurrección.
El 27 de febrero el juez correspondiente consideró que se contaba ya con las pruebas suficientes para presumir de culpables a los acusados de rebelión, por lo que de inmediato fueron declarados formalmente presos, excepto don Abraham González, quien gracias a su fuero de gobernador continuó en las oficinas de la Zona Militar, en espera de la resolución del Congreso. El día siguiente, obligado por la fuerza coactiva de las armas, renunció a su cargo ante el Congreso, lo cual fue aceptado el mismo día y fue también confirmado el general Rábago como sustituto.
Luego de la renuncia de Abraham González (ya sin contar con el fuero de gobernador), se inició un proceso en su contra por el delito de compra y receptación de armas pertenecientes al Ejército. Dicha compra fue autorizada para equipar las fuerzas auxiliares del Estado y fue usada como pretexto para presentar cargos en su contra.
Nombró como sus defensores a los licenciados Aureliano S. González y Manuel Rubio, quienes aceptaron la designación. El 6 de marzo, Aureliano S. González propuso la práctica de algunas diligencias, pero el Juez no tuvo tiempo de revisarlas porque ese mismo día se presentaron en la ciudad de Chihuahua el teniente coronel Benjamín Camarena, el capitán Hernando Limón y el teniente Revilla, trayendo un mensaje del general Huerta para el general Rábago, donde, sin dar más explicaciones, le ordenaba la entrega del prisionero para su traslado a la Ciudad de México.
Los comisionados regresaron esa misma noche en un carro especial agregado al tren de pasajeros, custodiando a don Abraham González. En el kilómetro 1,562 del antiguo ferrocarril central lo entregaron a la escolta del 5to Regimiento que mandaba el capitán Manuel Rodríguez; éste ordenó al maquinista Juan R. Bravo que detuviera la máquina y la escolta bajó con el prisionero. El tren avanzó cinco kilómetros al sur, luego lo hicieron regresar para recoger a la escolta y continuó su destino a Torreón.
La escolta fusiló sin formación de causa al ex gobernador González y enterró los restos superficialmente. La noticia del crimen comenzó a circular tres días después por una indiscreción del mayor Jovito M. Orozco, por lo que personas cercanas a don Abraham González comenzaron a indagar sobre el cadáver, pero ni el general Rábago ni el general Félix Díaz informaron sobre su paradero.
Varios meses después, el capitán Hernando Limón dio la siguiente versión a la prensa de la ciudad de México, sobre la muerte de Abraham González: Se le conducía de Chihuahua a México y entre Bachimba y Mápula fue entregado a una escolta del 5to Regimiento, que lo sacó de la vía, como a doscientos metros y ahí lo fusiló
.
Del ingeniero Alberto García Granados, Secretario de Gobernación:
“Sobre la muerte de Abraham González. Al tomar posesión del Gobierno el general Huerta, don Abraham González trataba de levantarse en armas, y al efecto se encerró en el Palacio de Gobierno rodeado de algunos amigos de su intimidad y de un cuerpo de voluntarios del Estado (…) el general Rábago ordenó la aprehensión de dicho gobernador.
La Secretaría de Guerra ordenó que se enviara al reo a la capital del país. (…) pero en el camino al llegar a la estación Mápula, fue asaltado el tren en el que venía el prisionero por una partida de rebeldes, muriendo durante la refriega Don Abraham González por una bala de los rebeldes. Este es el fin que tuvo el ex Ministro de Gobernación en el gabinete del señor Madero”.
El 8 de julio de 1913 un sirviente de la hacienda de Mápula, llamado Esteban Alarcón, tropezó con unos restos humanos cerca del antiguo Ferrocarril Central. Por los rumores que circulaban sobre la muerte de Abraham González, supuso que podrían ser de él y dio aviso a las autoridades. El mayor Agustín Lavanzat fue a revisar los restos que eran propiamente, un esqueleto incompleto, con algunas adherencias de carne, fracciones de ropa y objetos personales que fueron reconocidos como pertenecientes al ex gobernador de Chihuahua. Luego, volvió a inhumar los restos, a mayor profundidad, en espera de nuevas órdenes.
Las Fuerzas Constitucionalistas ocuparon la ciudad de Chihuahua el 8 de diciembre de 1913 y nombraron gobernador a Francisco Villa, quién tuvo como prioridad la localización y traslado del cadáver de don Abraham, a fin de hacerle los honores correspondientes. Ordenó que una comisión verificara y trasladara los restos a Estación Horcasitas.
El 25 de febrero de 1914, el general Villa llegó a Estación Horcasitas en un tren especial, acompañado de funcionarios del Gobierno local y oficiales de la División del Norte; recogieron los restos de don Abraham González, que habían sido colocados previamente en una urna blanca, y regresaron a la capital del estado.
Los habitantes de la capital del estado se congregaron por millares en la estación del ferrocarril. Se dirigieron hacia el salón de recepciones del Palacio de Gobierno, donde fueron velados los restos esa noche y sepultados con todos los honores en el cementerio de La Regla en la mañana del 26 de febrero de 1914. Las campanas de todos los templos fueron echadas al vuelo y la artillería de la División del Norte hizo las salvas reglamentarias.
Nueve días después se colocó una placa de mármol en el Salón Rojo, con la leyenda: Este lugar fue convertido en capilla ardiente para velar los restos del ilustre Gobernador del Estado de Chihuahua, Don Abraham González, asesinado por los científicos y militares traidores el 7 de marzo de 1913
. Después que se incendiara el Palacio de Gobierno el 21 de junio de 1941, la placa original fue retirada de dicho lugar.
En el panteón de la Regla permanecieron los restos del señor González hasta mediados de 1956, año en que fueron trasladados a la Rotonda de los Chihuahuenses Ilustres. El gobernador Jesús Lozoya Solís acordó el traslado de la citada rotonda al perímetro de la Ciudad Deportiva, y que se depositaran allí los restos mortales de los ex gobernadores del Estado: general Ángel Trías (padre), licenciado José Eligio Muñoz y Abraham González.
Previamente se obtuvo el consentimiento de los familiares de los tres personajes en cuestión y en una ceremonia, que presidió el gobernador Lozoya Solís, con asistencia de los interesados y del elemento oficial, se llevó a cabo la inauguración de la Rotonda. Actualmente la rotonda, y los restos de los chihuahuenses ilustres, entre ellos don Abraham González, se encuentran en el basamento de la columna del Ángel de la Libertad, ubicada en la llamada Plaza Mayor de la ciudad de Chihuahua, a un lado del Palacio de Gobierno.
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