Desde tiempos remotos, durante el paleolítico, hace más de 35,000 años, el marfil ha sido una de las materias más empleadas para la talla directa de piezas, tal vez porque su composición permite el combinar dos cualidades: su resistencia y su textura marmórea. La palabra marfil (mar-al-fil) proviene del árabe y significa hueso del elefante, y se trata de una materia dura, compacta y blanca, cuya tonalidad llega a tornarse más amarillenta con los años; ésta se obtiene principalmente de los dientes o incisivos conocidos como colmillos. En la práctica, la palabra marfil se aplica también a los dientes de otros animales vertebrados como el mamut o la morsa, de características físicas similares a los de los incisivos de los elefantes.
Uno de los países que se ha distinguido por el arte de la talla de marfil ha sido China, en donde desde la conocida Dinastía Shang (siglos XVIII-XII a. C.), se observa una estética singular y reconocible que es un distintivo de su trabajo en este material; objetos en los que sobresalen figuras de animales, plantas o paisajes, motivos finamente tallados en filigranas. En cada pieza se aprecia una síntesis entre el espíritu creador artístico y la función social y jerárquica a la que estaban destinados desde su concepción. La exquisitez de las formas y el origen de los temas se establecen como un paradigma de las fuerzas de la naturaleza y su acción sobre el espíritu humano.
Desde mediados del siglo XV hasta principios del siglo XX (1644-1911), la industria artesanal comenzó a prosperar y la cultura occidental fue introduciéndose poco a poco en China. La estética derivativa de una realeza imperial incrementó la demanda de tallas, disparando un desarrollo sin precedentes de este tipo de artesanía. Como resultado, aparecieron muchos artesanos de valía en todo el oriente, los cuales producían un gran número de hermosas piezas en colmillos.
La definición histórica de Oriente parte necesariamente de un análisis europeo-occidental, en base a un sistema de conocimientos que enfatiza las diferencias entre el continente europeo y la otredad (oriente), alcanzando un amplio marco de definición geográfica que va desde algunos de los países mediterráneos del Este de Europa, hasta comprender territorios africanos y asiáticos; el interés por estos estilos orientales considerados exóticos que mitifican la fantasía oriental, fue apoyado a comienzos del siglo XVIII con la publicación de la primera edición francesa de Las mil y una noches (1704), o la edición de las Cartas persas (Lettrepersanes) de Charles Louis de Secondat, barón de Montesquieu, publicada en 1721, y por supuesto, por Los viajes de Marco Polo, conocido también como El libro de las maravillas o El libro del millón, escrito por su autor durante su cautiverio en Génova, Italia, entre los años en 1298 y 1299 y publicado en el siglo XVI.
No obstante la belleza y valor estético de estas piezas, hay que dejar en claro que el comercio de marfil de elefante fue prohibido por la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES), del que México es miembro desde julio de 1991. Sin embargo, el tráfico ilegal de marfil a nivel mundial se ha triplicado en la última década a pesar de su prohibición, por lo cual hay que tomar conciencia sobre la situación de la población de elefantes en África, misma que ha disminuido a cerca de medio millón de ejemplares en comparación con el millón doscientos mil que había en 1980. Cada día matan a casi cien elefantes africanos por sus colmillos según la WCS (Conservación de la Vida Silvestre, por sus siglas en inglés).
Por azares del destino y múltiples trámites aduanales, la Secretaría de Hacienda y Crédito Público se convirtió en depositaria de una singular colección de marfiles trabajados en talla directa, correspondientes a los siglos XIX y XX, algunos de ellos aquí reunidos provenientes del lejano oriente, China y Japón. En ellos se aprecia una estética de temas búdicos vinculada con su iconografía estática, de culto o populares. Estas piezas traídas de ultramar, y realizadas en su mayoría para satisfacer una demanda de comercio “turística”, son un claro ejemplo de la estética oriental.
Rafael Alfonso Pérez y Pérez
El marfil es la materia dura, compacta y blanca de que principalmente están formados los dientes o cuernos de los vertebrados, que en la corona está cubierta por el esmalte y en la raíz por el cemento. Tanto dientes como colmillos tienen la misma estructura básica: cavidad pulpar, dentina, cemento y esmalte.
El marfil de elefante se ha exportado de África y de Asia con registros que se remontan al siglo XIV a. C. A lo largo de la colonización de África el marfil fue exportado, a menudo utilizando esclavos para transportar los incisivos, para ser utilizado en la fabricación de teclas de piano, bolas de billar y otras expresiones de riqueza exótica.
Los cazadores de marfil fueron responsables de la extinción de los elefantes en África del Norte hace unos 1,000 años en gran parte del sur de África en el siglo XIX y la mayor parte de África occidental a finales del siglo XX. En el momento álgido del comercio de marfil, antes del siglo XX, durante la colonización de África, entre 800 y 1000 toneladas de marfil fueron enviadas a Europa.
En la década de 1970, Japón empezó a comprar marfil en bruto amenazando a los elefantes de la sabana africana y de las selvas de Asia, los cuales fueron utilizados para suministrar el marfil preferido por los japoneses para la producción de hankos, o sellos nombre. En 1980, Japón ocupó el 40% del comercio mundial, mientras que otro 40% fue demandado por Europa y América del Norte. China consume pequeñas cantidades para mantener negocios de talladores expertos.
Hasta 1989, gran cantidad de marfil ha pasado por Oriente Medio, en cargamentos de toneladas de incisivos de contrabando escondidos en cajas. Ahí se procesaban aprovechando el vacío legal de las leyes internacionales para luego enviar el marfil a los puertos comerciales orientales, como Taiwán, y su posterior distribución a los comerciantes. Hong Kong, como la capital mundial del comercio de marfil suministraba la mayor cantidad de joyas, grabados y objetos de marfil.
El alcance del comercio varía: los artesanos tradicionales solo necesitaban uno o dos incisivos al año, mientras que la producción en masa de las grandes fábricas consumía miles de incisivos para la fabricación de objetos ornamentales. Algunos comerciantes toman mediadas para asegurarse de cumplir las leyes pero aunque el marfil sea legal cuando se compra, el 80% de ese marfil proviene de animales víctimas de los cazadores furtivos.
Todos los elefantes africanos, tanto de la sabana (Loxodonta africana), como del bosque o de la selva (Loxodonta cyclotis), son objetivo de la caza furtiva dado que tanto los machos como las hembras tienen marfil. Las poblaciones afectadas son amenazadas ya que quedan prácticamente sin machos maduros para criar dado que los incisivos de éstos son más codiciados debido a que son mucho mayores y más pesados que los de las hembras o los de los machos jóvenes.
La sociedad de los elefantes es matriarcal, los cazadores furtivos matan manadas enteras de hembras, dejando huérfanas a las crías. La mayoría de los huérfanos mueren sin posibilidad de llegar a la edad reproductiva y esto representa una grave amenaza para la especie.
En África, la suerte de las poblaciones de elefantes está en gran parte en manos de unidades patrulla anti-furtivos, en cantidades insuficientes para vigilar toda la sabana. Los anti-furtivos arriesgan su vida por un bajo sueldo y son estas unidades las que se dedican a confiscar los incisivos y depositarlos en grandes almacenes.
El marfil sale como contrabando de África por tierra, mar y aire, en maletas, envíos con etiquetas falsas e incluso con permisos diplomáticos. Se pueden comprar pasajes de manera corrupta por rutas comerciales usadas durante miles de años para el transporte de especias y esclavos. El comercio internacional de marfil de elefante asiático (Elephas maximus) fue prohibida en 1975.
Debido a que el comercio de marfil de elefante tiene mayor importancia y preocupación, se ha querido dedicar un apartado exclusivo para la revisión de la legislación que concierne a esta especie.
Hay una gran variedad de leyes y legislación perteneciente específicamente a los elefantes. La mayoría son generales, relacionadas con la conservación y el comercio de animales salvajes, o el bienestar de los elefantes en cautividad. Aunque haya leyes descritas para proteger tanto a los elefantes salvajes como los cautivos, hay muchas barreras que impiden que éstas sean cumplidas, como la falta de financiamiento, la falta de educación o información, la corrupción, y la continua sed de poseer marfil y comercializarlo ilegalmente. También, la falta de recursos, una cobertura inadecuada y las leyes confusas obstaculizan la protección legal de los elefantes en cautividad.
Una de las medidas más comunes aplicadas a los productos confiscados de vida silvestres – considerados propiedad del Estado – es almacenarlos en una cámara de seguridad, un almacén o una caja fuerte. Estas medidas se incluyen normalmente en la legislación nacional como medio para garantizar que los especímenes comercializados ilegalmente se retiran de la posesión de los culpables, así como para autorizar al Estado a disponer de los especímenes como estime necesario, posiblemente con miras a recuperar los gastos relacionados con la aplicación de la ley.
Los especímenes individuales almacenados deben marcarse con un sistema de numeración único (que incorpore las medidas esenciales) utilizando una técnica de marcado comprobada. Por ejemplo, el marfil debería marcarse utilizando el sistema prescrito por la CITES (es decir, el código ISO de dos letras del país de origen, los dos últimos dígitos del año, el número de serie del año de que se trate y el peso en kg); mientras que para los cuernos de rinocerontes se recomienda una combinación de marcas visibles y microfichas ocultas.
Según Samuel K. Wasser, director del Centro para la Biología de la Conservación de la Universidad de Washington, el elefante desaparecerá de la faz de la Tierra si los países occidentales no toman medidas más enérgicas contra el comercio de marfil. Wasser indicó que entre agosto de 2005 y agosto de 2006, las autoridades africanas se incautaron de más de 23,400 kilogramos de marfil de contrabando. Sin embargo, según advierte el biólogo, se sabe que los agentes aduaneros sólo logran detectar un 10% del contrabando. Por lo tanto, la cifra real del marfil objeto de contrabando es más cercana a los 234,000 kilogramos. Esto significa, agrega Wasser, que en ese lapso fueron matados más de 23,000 elefantes, es decir el 5% de la población africana.
Este aumento parece ser debido a un aumento importante de demanda de marfil principalmente por la afluyente nueva clase media de China, la cual parece ser inconsciente de que cada vez que compran marfil contribuyen a la muerte de algún elefante. A veces los elefantes son matados porque atacan a los cultivos locales.
Sí, en muchos sentidos. Los elefantes limpian de arbustos y hacen caminos para otros animales, excavan para buscar agua en épocas de sequía y esparcen las semillas de determinados árboles que comen. Su hábitat también favorece a otras especies.
El Servicio de Vida Salvaje de Kenia hace todo lo que puede, pero como la demanda de marfil aumenta cada vez más, no pueden dar más de sí. Deberían existir más fundaciones contra la caza furtiva por parte de las comunidades locales. Las sentencias para los cazadores furtivos que están condenados deberían ser más severas para disuadir esta práctica.
Es un error suponer que los cazadores furtivos de marfil son pobres granjeros que se ven forzados a esta práctica por culpa de su pobreza. La realidad es que la caza furtiva y el comercio se están incrementando debido a sindicatos criminales organizados y los cazadores, normalmente, son bandidos que van bien armados con rifles automáticos, los cuales se dedican a robar a la gente cuando no están matando elefantes u otros animales salvajes.
No puede ser eliminado, pero puede ser controlado. En los años siguientes a la prohibición de comercio de marfil del año 1989, la población de elefantes se incrementó en Kenia –desde alrededor de 14,000 en el 1985 hasta más de 23,000 en el año 2000– a pesar de que todavía habían episodios de caza furtiva. Ahora necesitamos hacer ver al mundo lo que pasa y que tomen medidas para parar este ataque contra los elefantes. La demanda de marfil necesita ser reducida y el país más importante donde debe suceder, es China.
Podemos observar que existe legislación a nivel internacional en relativo a la caza y el comercio de animales salvajes de varias especies. Esto puede llegar a crearnos la falsa idea de que las especies están bien protegidas, pero los datos que se revelan indican lo contrario en algunos casos. Aún sigue existiendo caza furtiva, transporte y venta de animales vivos o muertos y sus productos, de manera encubierta.
Los documentos legales podrán frenar las ideas de muchos furtivos por miedo a las penalizaciones, pero no llegan a eliminar al 100% los actos delictivos. Se requerirían para ello, sistemas de vigilancia eficiente y seguimientos exhaustivos de los animales en los parques y reservas, pero somos conscientes que esto no es factible dadas las grandes áreas que tendrían que cubrirse y la inversión económica que esto supone.
El comercio legal de marfil de mamut puede suponer importantes efectos: como punto positivo podría hacer disminuir la caza de elefantes y otras especies actualmente vivas y amenazadas para la obtención de marfil. Por contrapartida, si el comercio de marfil de mamut no es debidamente regulado y se comienza a extraer masivamente, en muchos casos se perdería la información sobre el animal y su hábitat útil para los científicos.
El precio del marfil en el mercado es el principal impulso para los cazadores, ávidos de dinero rápido, que no tienen en cuenta el alto precio que deben pagar estos animales. Las modas tienen una gran importancia en las variaciones del mercado ya que hacen aumentar la demanda, y pueden jugar un papel muy importante para decidir hacia qué lado se girará la balanza. En estos casos, la educación a la población y la comunicación del problema se convierte en un factor importante para frenar el negocio del marfil. Los sucedáneos artificiales del marfil o materiales de plástico pueden cambiar las ideas entre la juventud, quienes podrían incluso comprar esos substitutos sin llegar a pensar que anteriormente se mataban animales para extraer el material. Los coleccionistas y aficionados al tallado de marfil, en cambio, buscarán piezas originales. Está en manos de cada uno de nosotros tener presente que este comercio lucrativo supondría una gran pérdida para la biodiversidad. El desenlace de este largo trayecto podría ser la extinción de las especies.
Masacres históricas de elefantes
(National Geographic)
Wildlife Conservation Society
(Sociedad para la Conservación de la Vida Silvestre)
Center for Conservation Biology
(Centro para la Biología de la Conservación de la Universidad de Washington)
Kenya Wildlife Service
(Servicio de la Vida Salvaje de Kenia)
International Fund for Animal Welfare
(Fondo Internacional para el Bienestar Animal)
Caza Wonke
diario de caza del siglo XXI