A partir de análisis y reflexiones sobre lo establecido en el arte, los artistas plásticos en particular han planteado continuamente, sobre todo durante el siglo pasado, nuevos conceptos estéticos encontrando y reencontrando caminos (como resultado de un trabajo disciplinado y constante) que a través de sus obras, nos llevan de la mano a conocerlos y recorrerlos.
Al hacer un primer recorrido por esos caminos, sus obras nos pueden gustar, nos pueden emocionar y nos pueden resultar conmovedoras, pero también nos pueden parecer desagradables, podemos dudar de su valor estético, nos pueden parecer molestas.
Esta subjetividad es una de las cualidades que el arte tiene en general.
No es, sino hasta que descubrimos que detrás de ellas hay ese sustento de análisis, reflexiones, encuentros y reencuentros, disciplina y constancia, que podemos ampliar o modificar esa impresión del primer recorrido.
“África”, como titula su exposición el autor, es un homenaje a la tierra de donde parte el género humano, un homenaje al lugar de nuestro origen, a su paisaje, y a los personajes que como Euclides, el padre de la geometría y quien se dice vivió en Alejandría, recopilaron y expusieron sus conocimientos por vez primera en ese continente, y nos muestra la síntesis de una vertiente de ese largo camino que se inicia a principios del siglo XX, con la “primera acuarela abstracta” de Vasily Kandinsky, con el Rayonismo de Lariónov y Goncharova, con el Suprematismo de Malevich, y su evolución a través de otras vertientes como De Stijl de Mondrian y van Doesburg y su influencia en otras disciplinas afines como en la arquitectura; el Tachismo europeo y su equivalente Expresionismo abstracto norteamericano, el Op-art y el Hard edge, etc.
Más allá del minimalismo, el “menos es más” que el arquitecto Ludwig Mies van der Rohe mencionaba como síntesis de la intención de su obra arquitectónica, se ve ejemplificada en esta exposición, en la que se pone de manifiesto el trabajo disciplinado de Carlos Estrada-Vega en la concepción de cada obra, en el maquilado de cada pieza, repitiendo la línea recta, la superficie cuadrada y el volumen cúbico, como una plegaria, modificando sutilmente los colores en cada una de las pequeñas piezas que conforman la totalidad de la obra, encontrando el camino por el que nos invita a transitar.
Un cierto sentido de tranquilidad es trascendido al observar a Carlos Estrada-Vega construir sus obras usando cuadros de madera, imanes, metal, y una extensa variedad de colores a través de una mezcla aglutinante muy especial. Los elementos de madera y de pintura son mezclados de una manera constructiva metódica, precisa y como de ritual contemplativo. La aplicación del color a las pequeñas piezas de madera evoca una sensación como del rezo de un salmo trasladado a la acción creadora. Cada pieza, cuyo tamaño puede variar desde una pulgada cuadrada a más grande, es concebida por el pintor como una pintura individual. “Después de alrededor de medio millón de cuadritos, ellos adquieren vida propia”; el artista observa con alivio y satisfacción. Agrega más: “ellos son parte de mí”.
¿Qué es lo que hace a las composiciones de Carlos Estrada-Vega enteramente únicas? Así como en las pirámides de México y Egipto, el bloque cuadrado de tierra y de piedra fue esencial para su construcción. También otros artistas contemporáneos han empleado la pequeña forma rectangular y geométrica para construir superficies dinámicas. Vienen a la mente artistas como Josef Albers o Vicente Rojo. Estrada-Vega, también arquitecto, continúa asimismo una tradición de relación simbiótica artista/arquitecto en sus creaciones. Las cualidades aparentes pueden ser equiparables, pero es más importante que la intención, el proceso, y el resultado final sean integrados estética y espiritualmente de una manera exhaustiva y cohesiva. Carlos Estrada-Vega crea todo esto en su trabajo contemporáneo y maduro.
Trayectoria de Carlos Estrada-Vega.
La construcción se empezó el treinta de abril de dos mil diez, y se completó el veintiocho de octubre del mismo año. Noche Egipcia es una obra conformada por diez mil piezas pequeñas de madera, aproximadamente de tres cuartos de pulgada cuadrada de superficie y de alrededor de un cuarto de pulgada en espesor. El tamaño de la obra completa es de 67 x 67 pulgadas (170 x 170 cm.). Hay un pequeño imán redondo de un cuarto de pulgada inserto en el reverso de cada pieza de madera que se va a pintar. Cada pieza es imprimada con un fondo automotriz gris. Estrada-Vega luego pinta las piezas individualmente usando una espátula para cubrirla con un aglutinante original y pigmentos desarrollados especialmente para este trabajo.
Todas las piezas de madera se unirán a cuatro placas de lámina metálica, que están conectadas por un respaldo de madera, para formar la pieza más grande de casi seis pies cuadrados. La composición final se logra acomodando “al azar” (“aleatoriamente”) las pinturas individuales magnetizadas sobre las láminas.
“Yo siento la pieza” comenta el artista, al empezar a cubrir el pequeño espacio de madera como si fuera un lienzo. La mayoría de las piezas serán de un matiz azul profundo continuo. Él dice que habrá al menos diez mil tonos de colores azules. Será una obra predominantemente azul; pero también habrá algunos verdes, amarillos, magentas, rosas, violetas y anaranjados. Cuando aplica un azul en particular a una pieza, él añade un toque de otro color a la paleta para la siguiente pieza a ser pintada. De esta manera, cada pieza tiene relación con las demás por su color, pero nunca son del mismo tono. De acuerdo a Estrada-Vega, la pintura de conjunto “ya está ahí”. Al principio cubría alrededor de cien piezas al día; al aproximarse a la conclusión alcanzó las trescientas. Este proceso diario ha sido comparado por el artista con un monje haciendo sus oraciones diariamente. Una y otra vez continúa coleccionando variantes para crear su visión de un cielo nocturno africano, que el considera era el pasatiempo favorito de los antiguos ermitas que vivieron en esos desiertos. Como ex-aspirante católico al sacerdocio, Estrada-Vega sigue dedicado a un proceso enteramente suyo que de alguna manera hace eco a su antiguo deseo de experimentar la dicha que un consagrador siente. Tal vez esté consagrando pequeñas y coloridas piezas de madera que se pueden transformar a sí mismas en una variada metáfora de una noche estrellada. Estrada-Vega también admite con gusto la influencia de van Gogh en su elemento estético creativo.
Carlos Estrada-Vega afirma “esta es la manera en que Dios se manifiesta en mi trabajo”. Su intento pasado de experiencia sacerdotal y su afinidad con los primeros místicos cristianos le permiten reírse y simplemente decir: “mira mi trabajo, soy como un monje rezando una y otra vez”. Cada pieza de madera puede ser un huésped potencial que está verdaderamente consagrado por un color especial. Pero existe otro tipo de sacerdote de origen mesoamericano. Estrada-Vega puede estar tramando, para una raza cósmica, un espacio lleno de color, como el icónico cráneo azteca cubierto con piezas de turquesa pegadas en su lugar, pero en este caso mantenidas en su sitio por una fuerza magnética. Un sacerdote está ahora llenando el espacio contemporáneo, buscando completar una nueva realidad, que pueda compararse con el proyecto de una pirámide aplanada de un dios lunar, creando un nuevo ícono consagrado.
Previamente, el artista ha pintado obras azules en versiones de menor tamaño. Tales obras se asemejan a Caridad, de17 x 17 pulgadas (43 x 43 cm.), con tonos azul profundo ennegrecidos. Más recientemente está Anamur, la cual contiene alrededor de mil seiscientos bloques de media pulgada. La más reciente, Aurora, mide 42 x 42 pulgadas (107 x 107 cm.) y se creó en el año dos mil ocho. “Noche Egipcia” es con mucho la más grande y colorida. La obra ejemplifica el trabajo de un artista en plena madurez creativa, quien ha creado algo más parecido a una sinfonía temática de azul con variaciones.
En el estudio del artista en Las Cruces, Nuevo México, uno encuentra muchos pequeños contenedores multicolores de pigmentos; algunos han sido adquiridos en los Estados Unidos, y otros, tan lejos como en Alemania, Nepal o Francia. Los matices brillantes e intensos son como los puntos de partida para el proceso alquímico de la mezcla, que como un ritual, son preparados por el artista. Cuando Noche Egipcia comenzó a crearse, el artista empezó seleccionando todos los pigmentos azules, cerca de dieciocho.
Conforme los azules se acumularon para completar la obra, un fenómeno visual comenzó a manifestarse con las piezas azules creando una dinámica sensación visual de un estira y afloja. Como una familia genéticamente conectada, cada variante de azul y cada color relacionado se fueron ubicando en su espacio individual y completando a los demás. Esto, a decir del artista, se hace de una “manera cinética no intencional”. Desde una distancia corta a la obra grande uno puede ver, así como sentir, esta proveedora vibración de colores. Conforme uno se aleja, un tipo de preponderancia radial empieza a dominar la obra entera; y más alejado, la experiencia visual parece expandirse hacia una sensación celestial nocturna. Los múltiples puntos de referencia de luz coloreada también pueden sugerir, no solamente la interpretación de un artista de un mundo digital actual, sino que pueden hacer referencia a un tipo de digitalismo primitivo recién descubierto. Noche Egipcia es parte de una serie de obras que rinden homenaje a la Madre África, lugar de origen de la vida humana.
Última modificación el 28/06/2019 16:00:27 | Inicio |