Los religiosos franciscanos que acompañaron a Francisco de Ibarra en sus expediciones del siglo XVI, asistieron al nacimiento de la provincia de la Nueva Vizcaya y en 1574 construyeron el convento del valle de San Bartolomé, desde donde evangelizaron a los indígenas del lugar.
Por su parte, la Compañía de Jesús llegó a la zona a principios del siglo XVII. Sus principales misiones se levantaron entre los tarahumaras. San Francisco Xavier, de advocación jesuita, fue proclamado patrono del reino. El 25 de junio de 1767 esta orden religiosa fue expulsada de los territorios de la monarquía española, sus misiones fueron clausuradas y sus colegios de Durango, Parras, Chihuahua y Parral fueron cerrados.
Corría el año de 1682 y un jesuita originario de Bohemia, de nombre José Newman, describía así sus actividades como misionero en la Tarahumara:
«Me consagro a la instrucción de los niños. Dos veces al día los reúno en la iglesia. Por la mañana, al terminar la misa, repito con ellos el Pater Noster, Ave María y Credo, los preceptos del decálogo, los sacramentos y los rudimentos de la doctrina cristiana. Todo esto lo tengo escrito y traducido al tarahumara y lo voy repitiendo según está escrito.»
Además de sus tareas educativas, los misioneros visitaban a los enfermos, oían confesiones y dirigían las construcciones de habitaciones, acueductos e iglesias.
«Yo mismo la hago de carpintero y ebanista. Soy mi propio cocinero, mayordomo, sacristán, lavandero y enfermero.»
Así, entre rezos, doctrina y otros trabajos, corrían los ocupados días de los misioneros que se internaban en la Tarahumara.
En el siglo XVII, así se refería un rarámuri del buen misionero que había llegado hasta sus tierras convencido de salvar las almas de los indígenas de aquellos parajes:
«Nuestro padre nos enseña las oraciones y la doctrina y la palabra de Dios y el camino del cielo. Nuestro padre dice misa, nos bautiza, nos confiesa, nos casa, nos visita nuestros enfermos, les da los santos óleos, entierra nuestros difuntos, nos da algo de comer y vestir, nos quiere, nos cuida, nos defiende, nos ampara. Nuestro padre no viene a buscar plata ni chocolate sino nuestras almas y a vivir y morir con nosotros para llevarnos consigo al cielo.»
Así trabajaba con los indios un misionero jesuita, convencido de que con su labor evangelizadora podría crear un mundo mejor, la ciudad de Dios en la Tierra.
Entre los instrumentos básicos que utilizaban los misioneros para la evangelización, se encontraban el rosario, el misal, la concha bautismal, la hornilla de viaje y una escultura de un apóstol que variaba según la orden religiosa a la que perteneciera el misionero.
Libro escrito en latín. Las pastas son de cuero, y está impreso en papel, al parecer por xilografía.
Objeto litúrgico en forma de concha marina, utilizada para vaciar el agua bendita al bautizar.
Última modificación el 26/02/2019 09:22:36 | Inicio |